Por Dionisio Contreras Casado

El Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo (INSHT), editó una Nota Técnica de Prevención (NTP nº 439), denominada “El apoyo social”, en la que se reconoce que las relaciones de las personas, en sus entornos de trato con los demás, cumplen una serie de funciones que van a determinar la aparición o no de problemas, y el grado de bienestar personal. Asimismo, se contempla el trabajo como un posible elemento integrador de la persona, ya que le da la posibilidad de otorgarle un estatus, o favorecer la satisfacción de necesidades sociales.

La Encyclopedia of Aging (2002) recoge la definición que David J. Ekerdt, da sobre “Apoyo Social”:

Proceso de interacción social en el cual las acciones de un individuo o grupo benefician a otro individuo o grupo. Aunque puede entenderse que “apoyo social” es un concepto que forma parte de otros términos más genéricos, como integración social, redes sociales o relaciones sociales, esta expresión se diferencia de las demás porque es un término positivo y con ella se destaca tanto la intención del proveedor de ese apoyo como los beneficios potenciales que obtendrá el receptor.

La relación entre salud y apoyo social, es más que evidente, no hay más que pensar hasta qué límites pueden bajar, por ejemplo en un clima laboral, los niveles de estrés, simplemente porque se tiene la percepción de que existe “ayuda disponible” por parte de los compañeros o jefes, o en su defecto de otras personas externas a la empresa (esposo/a, familiares, amigos, vecinos). Sobre todo si esta “ayuda disponible” es percibida como de calidad. Este apoyo puede venir desde diferentes esferas, si bien ateniéndonos a las fuentes de apoyo que emanan del ambiente laboral caben subrayar el apoyo que puede ofrecer el supervisor o jefe, y el de los compañeros de trabajo o colegas.

Distintos factores, ligados a la estructura de trabajo, tales como el nivel de competitividad o solidaridad que exista en la empresa, el grado de centralización o participación en la estructura y cultura organizacional de la compañía, el número de empleados y de jefes (o supervisores), y los estilos de mando (autoritario o democrático), así como otros agentes, van ha hacer que este tipo de ayuda, denominada apoyo social, sea efectiva en mayor o menor grado.

Básicamente son dos los modos en el que se puede expresar este apoyo: con el apoyo instrumental, se hace referencia a una conducta que ayuda directamente a la persona que lo necesita, ejemplos de ello pueden ser, ayudar a alguien a realizar un trabajo, o dotar a un compañero de información importante para la realización de una tarea. El apoyo emocional, es definido textualmente en dicha NTP, como aquella ayuda que “comprende la empatía, el cuidado, el amor, la confianza, y parece ser uno de los tipos de apoyo más importantes”. Posteriormente añade la nota: “estos tipos, han de ser considerados como formas potenciales de apoyo y su capacidad para tener influencia en la salud ha de ser considerada de manera empírica”.

El Apoyo Social se ha asociado a bienestar psicológico y ausencia de depresión, y su ausencia se relaciona directamente con determinadas enfermedades físicas (Berkman y Syme, 1979; House et al, 1982; Schwarzer y Leppin, 1992), y con la aparición de enfermedades mentales, como la depresión o la neurosis.

Garrido y Alvaro (1993) observaron como la presencia de apoyo social en jóvenes en desempleo, o en proceso de búsqueda de trabajo, disminuía considerablemente los niveles experimentados de estrés. Del mismo modo pudieron comprobar como la inactividad y la pérdida de relaciones sociales tras la jubilación, aceleraban los síntomas de envejecimiento en las personas. En las relaciones laborales, según la citada NTP nº 439, “el apoyo social se manifiesta como un elemento importante para ayudar a las personas a vivir de manera más saludable incluso en presencia de situaciones estresantes, cuestión que a veces es inevitable”.

Finalmente el INSHT, recomienda algunas pautas: “hay que asegurar unas condiciones de trabajo que faciliten, más que impidan, las posibilidades de contactos libres y frecuentes entre trabajadores. Hay muchos factores que impiden la accesibilidad pero entre ellos cabe destacar el aislamiento físico, el aislamiento social (ausencia de alguien con quien comunicarse sobre el trabajo incluso en ausencia de aislamiento físico), las estructuras y las tecnologías de trabajo, etc. (…), Además es preciso que las personas se comporten entre sí de modo que efectivamente se genere apoyo social. (…) Es el apoyo emocional el que parece más importante para el estrés y la salud, más general en sus efectos pero también el más difícil de transmitir como habilidad. (…) Los primeros esfuerzos para favorecer el apoyo social deben dirigirse a aquellos trabajadores y contextos laborales caracterizados por altos niveles de estrés laboral.”

El autor es educador social, experto en drogodependencias y formador de inteligencia emocional.

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