Por Dionisio Contreras Casado

Con este anglicismo (cuya traducción es “entrenamiento”), importado desde el mundo del deporte al de la empresa, que cada día escuchamos más a menudo, se está haciendo referencia al concepto socrático de “Mayeútica”, un concepto no tan reciente, y sin embargo, salvando las distancias del contexto, prácticamente con idéntico significado.

Sócrates instauró este modelo de enseñanza, basado entre maestro y discípulo, con la intención de que este último, sacará afuera el conocimiento que latía en él. De aquí el nombre de Mayeútica, que en griego hace referencia al arte de ayudar a procrear, a parir, a sacar de dentro a fuera. También es atribuida a Sócrates la frase inscripta en el Templo de Apollo en Delfos: “Conócete a ti mismo”.

No obstante, aunque ya Sócrates, a través del arte de hacer preguntas, ayudara a otros a que conectaran con su propia fuerza personal con el fin de que consiguieran sus propios objetivos, no fue hasta finales del siglo pasado cuando tuvo una aplicación en el mundo de la empresa. La idea tuvo una evolución del deporte hacia el mundo de los negocios, aparentemente sencilla: Timothy Gallwey descubrió que lo que realmente dificultaba a los deportistas la consecución de sus objetivos, no era otra cosa que su propia mente, y empezó a trabajar con ellos estos aspectos, optimizando los resultados de sus deportistas entrenados. Poco más tarde, este modelo de entrenamiento emocional, se exportó a la empresa, y posteriormente a la esfera personal.

No es muy reciente en España, pero cada vez comienza a ser más demandado por los ejecutivos, y por cualquier persona que siente dificultades emocionales para conseguir sus objetivos vitales.

El Coach o Facilitador, va a ayudar a que emerjan las dificultades, y sobre todo, las limitaciones que afectan a la consecución de los objetivos de la persona en entrenamiento, para posteriormente abrir posibilidades nuevas, y poder diseñar así, acciones que le hagan caminar hacia los resultados queridos.

Lo que aparentemente parece innecesario o superfluo, adquiere su importancia real en el contexto de empresas avanzadas, que requieren entrenar formas de trabajo como la colaboración y la participación, o mejorar el clima laboral con el fin de prevenir que la competitividad extrema derive en conflictos que afecten a la producción. La complejidad que adquieren, en algunas empresas, las relaciones interpersonales, hace realmente difícil innovar, tomar decisiones, diversificar los intereses empresariales, o siquiera, trabajar eficazmente. Y a menudo, ante estos desafíos, se responde con disfunción.

El filósofo y afamado escritor estadounidense Eric Hoffer, que fue uno de los primeros pensadores que reconocieron la trascendental importancia de la autoestima y del control de las emociones para un bienestar psicológico, escribía: “En épocas de cambio, quienes estén abiertos al aprendizaje se adueñarán del futuro. En tanto, quienes creen saberlo todo, se encontrarán maravillosamente equipados para operar en un mundo que dejó de existir.”

Por lo tanto el reto está planteado: ante una compleja red de escenarios interrelacionales, y unos contextos globales impredecibles, que nos reportan cada vez más incertidumbre, parece que, con el objetivo de optimizar resultados y de prevenir un estrés excesivo, se hace preciso un modelo directivo (y en lo personal, un modelo de aprendizaje) basado en el cuestionamiento constante, con el objetivo de ampliar nuestro conocimiento personal, y así expandir nuestros límites de acción. Dicho de otro modo: aprender de uno mismo en la diversidad de escenarios en los que se expone, haciendo que su actitud evolucione de percibirlos como una amenaza a percibirlos como una oportunidad.

En esta línea, cada día más empresas (empleados, directivos o empresarios), ponen en manos de especialistas externos, profesionales del coaching, el análisis de las dificultades emocionales que distancian a la empresa en la que trabajan, de ser una organización inteligente y efectiva. Un ambiente empresarial, en el que se cree un contexto emocional que permita, además de la consecución de los logros empresariales, los logros personales de cada uno de sus integrantes. En definitiva, una visión compartida, en la que intereses de empresa y de empleados se encuentren alineados, no confrontados.

Dionisio Contreras Casado Educador Social. Experto en Drogodependencias. Formador de Inteligencia Emocional.

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