Por Dionisio Contreras Casado

El mito de Narciso nos habla de un joven de gran belleza, concebido en una violación, incapaz de amar y de reconocer al prójimo. Cuando nació Narciso, un sabio capaz de predecir el futuro, fue preguntado sobre si al recién nacido le esperaba una larga vida, y el sabio crípticamente contestó: “Si, siempre y cuando nunca se conozca a sí mismo.”. El relato nos dice que Narciso fue tentado por Afrodita, diosa del amor y la belleza, para contemplar su imagen en el reflejo del agua, tentación a la que no pudo sustraerse, y desde que contempló su gran belleza se alejó de toda posible relación amorosa con los demás, e incluso se olvidó de sus necesidades básicas, resultando que su cuerpo se acabó por consumir y convertir en la flor que conocemos como Narciso: una flor tan bella como maloliente.

De aparente autoestima saludable, el narcisista se presenta ante los demás como una persona muy segura de sí misma, resuelta para cualquier tipo de avatar, y con una aparente claridad de ideas. Todo ello, no obstante, no es otra cosa que el negativo fotográfico de unas grandes carencias afectivas, de un gran vacío personal y de una autoestima extremadamente vulnerable.

Como el Narciso del mito, engendrado en el dolor de un abuso sexual, y por lo tanto producto de una acción espeluznante, el narcisista suele esconder en un duro pasado, en el que ha convivido con el rechazo, el menosprecio y el maltrato, las esencias de su personalidad actual, y a menudo concibe como único modo de construirse a sí mismo, la destrucción de los que le rodean. En esta personalidad hay mucho de supervivencia, la imagen de grandiosidad y el insaciable hambre de reconocimiento, adulación y admiración de quienes están cerca, no es más que el refugio de sus traumas y el bálsamo de las heridas inferidas en alguna fase de su desarrollo. Al Narciso del mito se le trasmite el sufrimiento, el miedo, la furia y el resentimiento de una madre violada.

Dejando a un lado la mitología que da nombre e inspira a esta estructura de personalidad, y centrándonos en contextos laborales, el narcisista se cree la persona más importante de toda la organización, y es muy frecuente que exhiba sus “grandes” logros profesionales, sin acordarse nunca de los que también contribuyeron a ellos. Un buen narcisista solo tiene en cuenta a los demás como fuente de gratificación, y en la medida en que éstos le regalen los oídos.

En la empresa es fácilmente detectable, puesto que siempre genera rumores de catástrofes y crisis, que sólo el podrá solucionar. Así mismo, le encanta alardear de la “gente importante” con la que se relaciona, y se erigirá como candidato para funciones de representación al más alto nivel, ya que considera que él es el que mejor puede llevar a cabo este cometido. Al narcisista le encanta el halago, y le emborracha despertar admiración en los demás, sometiendo su criterio a aduladoras mezquindades.

A este respecto, Wyatt y Hare, en 1997 establecen que un narcisista es: “Cualquier persona socialmente disfuncional que se siente autorizada a usar su poder para controlar a otras personas por las que se siente amenazada, o que vive una fantasía pretenciosa, en lugar de en la realidad, y que se ve a sí misma consistentemente como superior a sus compañeros y anhela ser reconocido como tal”

Si lo encontramos en puestos intermedios, observaremos que continuamente critica a sus superiores, y les acusan de falta de inteligencia, de brillantez, o incluso de que le tienen envidia, y es que, el narcisista envidia a los demás, pensando que los demás le envidian a él. Si el superior critica al narcisista su trabajo, aunque sea levemente, puede hacer que éste se sienta totalmente hundido y vacío. Si lo encontramos buscando a un candidato para ocupar un puesto de trabajo, el único criterio a la hora de la selección, será que, por capacidades, la persona elegida no le pueda hacer sombra.

Si, finalmente da con uno como superior suyo, olvídese de que vaya a cambiar, ya que las posibilidades de que un narcisista deje de serlo, son muy escasas, y su concepción es que “el mundo”, tiene que acatar sus irrebatibles puntos de vista, que el considera infalibles. ¿Algo más temible que un superior con una visión grandiosa de sí mismo y con hambre de reconocimiento?. Simplemente prepárese, ya que su necesidad de sentirse superior puede llevarle a tratar de avergonzarle y dominarle.

Dionisio Contreras Casado Educador Social. Experto en Drogodependencias. Formador de Inteligencia Emocional.

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