Juan Fenollar

¿Quiero ser líder? Coaching: presente o futuro

Juan Fenollar

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     A todas las personas interesadas en el desarrollo y crecimiento personal y profesional nos atrae la idea de ser líderes. Asistimos a cursos y seminarios, estamos al tanto de las últimas novedades sobre la materia e intentamos, día a día, practicar nuestro liderazgo. Pero, nos hemos hecho las siguientes preguntas: ¿es realmente necesario ser líder?, ¿cómo ser líder?, ¿dónde quiero ser líder?, ¿hasta dónde quiero serlo?

Para el líder natural es fácil responder tales interrogantes. No tiene opción, ni siquiera se la plantea. Al analizar su liderazgo, descubriría que abarca todos los ámbitos de su vida y está presente en cada una de sus acciones. Sólo tiene que estar en alerta para que no se lo arrebaten y mantenerse en él.

En las sociedades primitivas, el líder mantenía unido al grupo, organizaba las cacerías y decidía los movimientos migratorios, todo en beneficio del grupo. El líder lo era porque merecía serlo. Era el más valiente, el más astuto, el más fuerte y el más rápido pensando. Todos le tenían respeto. Sin embargo, su liderazgo podía verse amenazado si otro consideraba ser merecedor del mismo. Es uno de los muchos tabúes del liderazgo. En tal caso,  si el nuevo líder demostraba mayores aptitudes que el anterior, se erigía como la persona a seguir.

Nada más lejos de la realidad ocurre en el mundo animal. Cuántas veces hemos asistido – a través de los ojos de una cámara – a combates entre ciervos, entre elefantes o entre leones. El liderazgo es algo natural e innato en la mayoría de especies vivas.

En la actual sociedad moderna, en principio todo debería ser igual y seguir las mismas pautas naturales que han existido siempre. No obstante, hay una gran confusión de roles. Ahora ya no vivimos en un solo grupo, nos movemos en grupos: el grupo del trabajo, el grupo de amigos, familiares, sociales, etc.

Nacho es un directivo de una multinacional con 2000 personas a su cargo. Es considerado un ejemplo a seguir en su empresa, los resultados de las evaluaciones son inmejorables y sus colaboradores le muestran un gran respeto. Se muestra seguro y confiado en las reuniones y presentaciones de nuevos productos. Sin embargo, se muestra tímido en la cena familiar de Navidad y es poco participativo en las juntas de la Comunidad de Propietarios y en las reuniones de padres y madres de la escuela de sus hijos.

¿Nos encontramos o no ante un líder?

Si preguntamos a sus colaboradores, no habrá lugar a dudas. Tiene los objetivos claros, genera confianza y se muestra seguro en sus decisiones. Su familia, por otro lado, sabe que tiene un puesto de responsabilidad y que está “bien considerado en su trabajo”, es un buen chico y no se mete con nadie. Sus vecinos lo ven como un hombre educado y correcto, que evita problemas y enfrentamientos. En la escuela, saben que su mujer es la que lleva la responsabilidad sobre los hijos y sus actividades extraescolares.

¿Es Nacho un líder para ti?

Posiblemente necesitaríamos conocer más datos. Parece claro que en su ámbito laboral es todo un líder. En otras situaciones necesitaríamos saber, por ejemplo, qué actitud adopta Nacho cuando la Comunidad de Propietarios toma decisiones perjudiciales para sus intereses. ¿Asume todas y cada una de las decisiones sin decir nada o muestra una actitud asertiva y lo pone de manifiesto en la Junta? En el ámbito escolar, ¿se muestra en actitud de diálogo con su esposa y participa activamente de la educación de sus hijos? La delegación de responsabilidades en su mujer, ¿es aceptada de buen agrado por su ella?

En este punto, surgen de nuevo los mismos interrogantes: ¿un líder lo es o debe serlo en todas las facetas y ámbitos de su vida? ¿Se puede o se tiene que elegir cuándo ser líder y cuándo no, dónde sí y dónde no? ¿Qué opináis los coaches a respecto?

Volviendo al mundo animal, en concreto a los mamíferos, por pertenecer los humanos a este grupo, vemos que sus reglas sobre liderazgo han permanecido inalterables a pesar de los años. Incluso animales domesticados, como los perros o los caballos, al agruparse rápidamente forman manadas y se erige un líder al que todos siguen. En el concepto “manada” no existe una cantidad concreta de animales reunidos como para determinar cuándo empieza y cuándo acaba una manada. Dos perros o dos caballos ya forman una manada, y uno de ellos será inevitablemente el líder. De la misma manera, un mismo caballo o perro puede ser líder en una manada y dejar de serlo en otra diferente donde el liderazgo lo ejerce otro caballo o perro.

¿Qué ocurre con las personas? Muy sencillo, nos hemos desapegado del ámbito natural y ahora estamos empezando a pagar las consecuencias. Líderes que son jefes, jefes que lo son por tener unas competencias técnicas y formación académica superiores al resto de candidatos que formaron parte del proceso de selección; llamados a líderes que se quedan en subordinados por descuidar su formación técnica. Y así, numerosas combinaciones que provocan las nuevas enfermedades en esta sociedad de la información y la tecnología: ansiedad, estrés, depresión, entre otras.

¿Qué se puede hacer? La respuesta en principio no plantea mayores complicaciones: al jefe se le dotan de herramientas y se le capacita para que adquiera habilidades directivas y desarrolle su liderazgo, en definitiva, “se le hace líder”. Al llamado a ser líder, se le forma en los conocimientos técnicos y académicos necesarios para que pueda escalar posiciones dentro de la organización.

Ante este panorama, parecer que la función de un coach pudiera ser importante. No en el sentido de ser la persona que capacite al jefe que quiere ser líder, ni la que forme al líder para que lo sea. Su trabajo empezaría en una fase previa: acompañar a la persona en el proceso de toma de conciencia de qué es y qué quiere llegar a ser (“soy jefe y quiero ser líder”; “soy líder y quiero llegar a ejercerlo”), para después fijar unos objetivos (“tengo y quiero adquirir nuevas habilidades directivas y desarrollar mi liderazgo”; “tengo y quiero estudiar para formarme y adquirir experiencia”) y, finalmente, establecer un plan de acciones: “voy a inscribirme en un programa de desarrollo del liderazgo y practicar cada día las nuevas habilidades adquiridas” , “voy a matricularme en la Universidad y aprender idiomas”.

Este tipo de decisiones y reflexiones las tomamos en alguna o algunas fases de nuestra vida, ¿para qué, entonces un coach?

Es evidente que si se llega por sí mismo al camino de la acción y tienes la voluntad y disciplina para lograrlo, parece no ser necesario contratar los servicios de un profesional. De la misma manera que si tomas conciencia de que tienes sobrepeso y estás perdiendo calidad de vida; decides marcarte como objetivo reducir en diez kilos tu peso en 6 meses y finalmente, pasas a la acción con una dieta equilibrada y ejercicio físico diario; parece ser que no necesitarías ni los servicios de un dietista ni un monitor de educación física para que te acompañase en el proceso.

Hace unos años, bastantes ya, era impensable pensar en abrir un local dedicado a que la persona hiciese ejercicio físico y se ejercitase a base de una bicicleta que no se movía, un palo largo con unas ruedas de metal en los lados o a partir de movimientos repetitivos para endurecer los abdominales. Estoy hablando, por supuesto, de un gimnasio o, en versión moderna, de los wellness center o centros fitness.

Era impensable porque las circunstancias económico-sociales y laborales eran diferentes. Bastante ejercicio se hacía en el campo y nadie iba a malgastar un jornal en desarrollar sus bíceps. De la misma manera, no se consideraba  hacer una dieta equilibrada cuando ya, de por sí, había cierta escasez de alimentos.

¿Ocurre lo mismo con el Coaching? ¿Llegará el Coaching a popularizarse como ocurrió con los gimnasios? ¿Están o estarán las personas sensibilizadas en desarrollar, no sólo el cuerpo, sino también la mente? ¿Llegaremos a ver locales a pie de calle abiertos al público llamados, por ejemplo, “Coaching Center” (gimnasio), donde un grupo de coaches profesionales (monitores de educación física), desarrollan un plan personalizado de acción (tabla de ejercicios) para que sus clientes alcancen unos objetivos concretos (reducir peso, masa muscular, abdominales)? Creo que el paralelismo es evidente y creo firmemente que llegará el momento. ¿Quién se apunta?

 

 

(Juan Fenollar  es Coach profesional y trabaja en Exthende Human Capital, SL, Valencia, España).

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