Por Dionisio Contreras Casado

A menudo, parece que más a menudo de lo que sería deseable, detrás de personas con aspecto y apariencia de adultos, se evidencian vidas en las que, la inmadurez emocional y la escasa capacidad para responsabilizarse de sus actos, es una constante. A esto se le ha dado en llamar Síndrome de Peter Pan, y tras el, siempre se camuflan significativas carencias emocionales, y algunos apuntan a que también se oculta un gran temor a no ser queridos, y una fuerte inseguridad.

Fue el médico psiquiatra, y creador del Análisis Transaccional, Dr. Eric Berne (1910-1970), el que empleó, en 1966, por primera vez el término “Peter Pan” para referirse a un tipo de problema emocional, si bien fue en 1983 cuando el psicólogo Dan Kiley escribió el libro: "El síndrome de Peter Pan, la persona que nunca crece", definiendo en el mismo a todas aquellas personas que son o se sienten incapaces de madurar y que está concentrado únicamente en satisfacer sus propias necesidades. Si bien no existe evidencia del síndrome de Peter Pan como enfermedad psicológica y así, no se encuentra listada en el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, es universalmente admitido por la psicología popular. De hecho, el Síndrome de Peter Pan, pone nombre a un mecanismo neurótico que siempre ha estado presente y caracterizado en Psicología, y al que Freud denominó fijación, y con el que se refería al estancamiento en la evolución de la personalidad.

Se trata de personas incapaces de crecer, y que podemos identificar por aspectos tales como, una tendencia a no marcharse de casa de sus padres, personas que saltan los cuarenta y que sin embargo se relacionan socialmente como adolescentes, hombres y mujeres con dificultades para mantener una mínima disciplina laboral o personal, adultos a los que alguien tiene que despertar todas las mañanas para acudir a la universidad, o por modos de pensar infantilizados, y así tienen serios problemas de adaptación en las relaciones laborales o en las relaciones de pareja. Siempre incapaces de asumir las responsabilidades que conlleva el ser adulto, permanecen insatisfechos con lo que les rodea, y sin embargo nunca toman iniciativas, nunca pasan a la acción, ni siquiera hacen algo por solucionar la situación de la que se quejan incesantemente.

Si tuviéramos que definir la infancia, quizá todos convendríamos en un punto, y es la falta de consciencia sobre la existencia de problemas, y cuando esta consciencia existe,  la delegación absoluta de la resolución de los mismos, en los padres o en los adultos en general. La adolescencia, es justo el momento evolutivo en el que la mentalidad comienza a cambiar, y así uno va siendo consciente del concepto responsabilidad, sin embargo, los sujetos con el Síndrome de Peter Pan se resisten a abandonar el “cómodo” e irresponsable mundo de la niñez, ya que esto implicaría asumir aspectos difíciles.

Concepción Etiens, psicóloga de la clínica Arga de Madrid, afirma que “los adultos que padecen este trastorno lo son `sólo de nombre´, actúan como niños a pesar de ser adultos, y en muchos casos superan los veinte, los treinta y hasta los cuarenta años”. Asimismo señala que es más frecuente entre los hombres que entre las mujeres.

Como en otros problemas, el primer paso para salir de él, pasa por reconocer su existencia. Aquí las cosas se complican bastante, ya que lo que ocurre con las personas que padecen estos síntomas de inmadurez emocional es, que hacer responsables y, más allá, culpar siempre a los demás de todo cuanto les ocurre a ellos, forma parte de este síndrome, en el que la inmadurez y la “des-responsabilización” son sus características principales. Su talante se concentra en recibir, exigir y criticar.

En muchas ocasiones, la familia o la pareja, favorecen, sin querer y quizá sin darse cuenta, este tipo de conductas, ya que una persona emocionalmente irresponsable, sobrevive gracias a que tiene a su lado a otra persona que cubre sus necesidades más básicas, que les permite que no se enfrenten a su realidad, o asuman las consecuencias de sus conductas. Y es que detrás de un Peter Pan siempre existe una Wendy.

Dionisio Contreras Casado Educador Social. Experto en Drogodependencias. Formador de Inteligencia Emocional.

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