Por Dionisio Contreras Casado

Cuentan que una niña caminaba con su padre cuando se detuvo en una curva y después de un pequeño silencio el padre, le preguntó: "¿Oyes algo más que el cantar de los pájaros?". Agudizó sus oídos y algunos segundos después respondió: "Sí, es el ruido de una carreta." "Eso es" – dijo su padre – "Es una carreta vacía." La niña preguntó a su padre: "¿Cómo sabes que es una carreta vacía, si aún no la vemos?" Entonces su padre respondió: "Es muy fácil saber cuándo una carreta está vacía, sólo hay que fijarse en el ruido. Cuanto más vacía esté, mayor es el ruido que hace."

Alardear de lo que se tiene, de lo que se sabe, presumir de estatus, o erigirse como superior en las relaciones sociales o laborales, son indicios de que estamos ante una carreta vacía, y es que, nada externo puede venir a llenar el espacio destinado a la integridad personal, y cuando se intenta sustituir, adopta la única apariencia de ruido. En el proceso de crecimiento personal no hay acortamientos.

Stephen Covey, conocido por ser el autor del libro “Los siete hábitos de las personas altamente efectivas”, distingue dos tipos de grandeza personal, la Grandeza Primaria: que son los aspectos relativos al carácter de cada uno, al que se le suman las vivencias, sensaciones, actitudes y experiencias, que nos definen de modo idiosincrásico, y diferentes a los demás; y la Grandeza Secundaria, que vendría configurada por factores externos, tales como el éxito profesional, el estatus, el prestigio y todo lo que obtenemos de afuera.

Como en el cuento de la carreta, la fatalidad de muchos es que, muy a menudo, se confunde la Grandeza Primaria con la Grandeza  Secundaria, y quien lo confunde, vive vendido y preso de los demás. Su única necesidad es agradar a los demás, y someterse a los deseos de otras personas. Cultivar poco la Grandeza Primaria, tiene un peligro: el día que la moda o los intereses de los demás cambien, nuestra condición ya no será apreciada, y nos precipitaremos al vacío, porque nunca fuimos conscientes de que caminábamos por el aire. Es el triste resultado de los que apuestan únicamente por el placer y el reconocimiento social, el poder económico y el éxito.

Afirma Covey, que muchas personas con Grandeza Secundaria, es decir con reconocimiento social de sus talentos, “carecen de Grandeza Primaria o de bondad en su carácter”. Quizá lo más complicado de todo esto, es que todos pensamos que nosotros somos los que gozamos de una Grandeza Primaria, y así se torna muy difícil cambiar actitudes.

De la Grandeza Secundaria únicamente se pueden esperar resultados a corto plazo, pero el éxito a largo plazo, únicamente se puede lograr, desarrollando la bondad, la integridad, o  la fuerza en el carácter. Lo contrario es intentar construir una casa comenzando por el tejado.

La elocuencia de lo que somos, se deja ver a través de lo que decimos ser, y para casi cualquier persona, es muy fácil distinguir lo que hay detrás del fuerte ruido de una carreta rodando, y se cumple aquello de: "lo que haces grita tan fuerte que no puedo escuchar lo que dices".

Situamos afuera las claves del éxito y de la felicidad, y así mismo situamos fuera de nosotros las claves de nuestra infelicidad o insatisfacción, es decir nos quedamos desprovistos de cualquier responsabilidad personal en cuanto a nuestro bienestar, y es aquí dónde prosperan muchos problemas que nos dan tan malos ratos, ya que todos parecemos estar convencidos de que todos nuestros problemas están “allá afuera”, y desde ese momento hacemos depender nuestro bienestar del hecho de que cambie nuestro entorno. Por el contrario una persona que se responsabiliza de su equilibrio e integridad personal, difícilmente caerá en la trampa de culpar al entorno de sus males.

Dice Covey en su libro: 7 Hábitos de la Gente Altamente Efectiva”, que para solucionar algunas situaciones o problemas importantes, en algunas ocasiones no es suficiente actuar sobre ellos, algunas veces se vuelve indispensable revisar el cristal con el que observamos nuestra vida y cambiarnos a nosotros mismos”. O lo que es lo mismo, tratar de llenar la carreta, para no sentir la necesidad de ir haciendo ruido.

Dionisio Contreras Casado Educador Social. Experto en Drogodependencias. Formador de Inteligencia Emocional.

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