Por Miguel J. Roldán / Coach Presidente de TISOC

Se ha hablado mucho sobre cuáles son las habilidades que distinguen a un buen jefe, pero ¿cuáles son las que distinguen a uno malo, en uno más de tantos jefes tóxicos?

Jefes tóxicos, ¿cómo evitar convertirse?

Las características principales que descubren a un jefe tóxico son: ser un responsable excesivamente controlador, no comunicar a sus equipos y ausencia de una gestión eficaz del tiempo.

Ni dejar al empleado demasiado libre ni controlarlo en exceso.

Existen directivos que “ahogan” la creatividad y la productividad de sus empleados pese a que pueda parecer lo contrario, aquellos directivos que controlan en exceso, que supervisan todas y cada una de las tareas que realizan sus subordinados, merman la capacidad creativa de estos, y, por ende, su productividad. El empleado también necesita su propio espacio para crecer y desarrollarse y si se ve controlado de forma excesiva, se verá coartado.

Falta de comunicación

La comunicación es vital para el buen desarrollo de una empresa. Y la comunicación en todos los ámbitos de la empresa.

Comunicar la cultura corporativa, detallar los logros del empleado y hacerle ver lo válido que es en la empresa, es básico a la hora de hacer crecer la empresa y su proyecto. Muchos líderes acusan una falta grave de comunicación. Por ejemplo, muchos no hacen partícipes a sus empleados de los éxitos de la empresa en los que ellos han colaborado. Esto, tiene como consecuencia una falta de motivación y de empatía con el proyecto de la empresa.

Gestión del tiempo: la asignatura pendiente de los jefes tóxicos

Por otro lado, la planificación, tanto del trabajo como del tiempo es primordial a la hora de liderar equipos. ¿Sabes cómo liderar? Una de las principales faltas de muchos directivos es la incapacidad para gestionar su tiempo de un modo correcto y eficaz.

La saturación de tareas y de responsabilidades, hacen que el directivo no sepa priorizar y esto es clave para llevar una gestión adecuada y muchos directivos suelen realizar interminables reuniones, pensando que con el “cara a cara” las cosas se van a solucionar mejor, cuando, si bien, es vital la comunicación personal, no lo es tanto abusar de las reuniones cuando no son necesarias. A veces, es mejor pararse a pensar si lo son o no.

Lo mismo ocurre con el uso excesivo del correo electrónico y las amplias posibilidades de comunicación digital actual. Enviar demasiados mails al día, con temas y asuntos que, probablemente, se podrían haber hablado en un minuto de conversación telefónica, hacen, que no se optimice el tiempo.

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