Talia Soldevila
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Talia Soldevila
autores@tisoc.com
Cualquier terapia o aprendizaje experiencial o vivencial da resultados más poderosos y efectivos que las terapias o aprendizajes pasivos o presenciales. El coaching asistido con caballos no es diferente en este sentido, pero sí difiere comparativamente de métodos convencionales de coaching y/o psicoterapia al ofrecer una media de cinco sesiones para producir cambios notables en los coachees (Ferwin & Gardiner 2005). Esta metodología es efectiva, duradera, rápida y además, proporciona cambios mesurables.
Jung sugirió que los caballos representan uno de los arquetipos mitológicos más profundos de la humanidad. Desde la antigüedad el hombre ha sentido atracción por esta criatura enigmática de belleza magnética e increíble poder. Considerado por celtas, griegos, indoeuropeos, íberos, bereberes y asiáticos como compañero de los Dioses y mensajero entre nosotros y lo divino, el caballo personaliza la metáfora de sanar que se refleja en una mitología rica. (McCormick & McCormick. 1997).
Como ya he comentado en varias ocasiones desde ERDC, el coaching asistido con caballos se basa en una serie de actividades investigadas y estudiadas por profesionales de la salud mental y especialistas equinos de asociaciones profesionales como EAGALA (www.eagala.org y www.eagala.org.uk), que involucran al cliente (coachee) y al caballo en una unión para realizar estas actividades, que son sencillas a simple vista. Ejemplos de actividades son: conseguir que el caballo no se mueva dentro de una zona delimitada, hacer que el caballo haga un circuito determinado sin tocarlo, conseguir que vaya del punto A al B, etc. Por supuesto, el cliente no precisa de ninguna experiencia previa con caballos para realizar estas actividades y de la misma manera, tener conocimientos y experiencia con caballos no asegura que se complete la actividad con éxito.
En el coaching asistido con caballos no se busca que el cliente culmine una actividad con éxito; el trabajo se centra en analizar cómo se realiza la actividad y qué recursos busca el cliente para completarla. En la gran mayoría de actividades hay tres reglas generales: no tocar, no hablar y no chantajear al caballo (utilizar comida). Por lo tanto, se induce al cliente a pensar de manera creativa, lateral y auténtica, lo que, por lo general, conduce a un cambio. Esto también estimula al cliente a utilizar su lenguaje corporal de forma consciente. Asimismo, la mayoría de las actividades se realizan con los caballos en libertad, es decir, sin cuerdas ni cabezadas. De esta manera, se provee al caballo de la libertad necesaria para comportarse como un caballo y no como un animal sometido, es decir, si el caballo quiere huir del cliente siempre lo podrá hacer. Es más, de producirse esta huida, se utiliza como poderosa herramienta durante el procesamiento con el cliente, invitando a hacer preguntas u observaciones limpias tales como: "Me he dado cuenta de que el caballo se ha ido cuando tú…." "¿Qué sientes al ver marcharse al caballo?" "¿Se relaciona o es paralelo a algo que vives en tu vida?", etc.
Una de las máximas que se aprende en el coaching es: "Si quieres conseguir algo nuevo, haz algo diferente", (Manual Aprender a Ser Coach – El Sistema de Coaching TISOC). Es mediante los cambios que se consegue modificar patrones de conducta. Esta simple frase contiene un universo de sabiduría.
Desde mi experiencia profesional, veo una y otra vez con mis clientes cuán fácil es estancarse en la repetición de una manera determinada de hacer las cosas aun viendo, comprobando y experimentando que no funcionan. Cuando el coach ayuda al coachee con reflexiones como: "¿Te está funcionando lo que haces?" o "¿Cómo podrías hacer para cambiar lo que está pasando?" se observa cómo el rostro del coachee cambia por completo y de repente tiene un "Aha moment". A partir de ahí comienza a utilizar sus recursos creativos, a dejar fluir su mente y, sin lugar a dudas, acaba por aprender algo valiosísimo que podrá aplicar en su vida cotidiana: que el cambio produce resultados diferentes.
Las actividades que utilizo cuando realizo coaching con mis clientes siempre están enfocadas a provocar ese cambio que les permitirá ver las cosas desde otra perspectiva. Por ejemplo, recientemente me vino un equipo de trabajo de una empresa cuyo nombre no revelaré para mantener la confidencialidad. Eran siete personas. Cuando comenzamos la primera actividad resaltó enseguida que este grupo no podía estar más desunido, sin embargo, trabajaban juntos. Venían justamente por eso, para reforzar la cohesión. La premisa por parte del director de RRHH que me contrató era que aunque todos eran buenos en su trabajo, sólo faltaba mejorar coordinación y la comunicación del equipo, lo cual resultaba en poca productividad. Además, el equipo estaba entrando en un círculo de quejas y actitudes de reproche que desmotivaban y creaban desunión.
Los dos caballos en la pista estaban reflejando el estado del grupo: totalmente desinteresados y apáticos. El ejercicio era simple, habían montado ellos mismos el circuito y tenían que conseguir que uno de los caballos realizara el circuito solo, sin tocarlo, hablarle ni chantajearlo. El otro caballo permanecía en la pista. El grupo había tenido un minuto para discutir una estrategia; pasado el tiempo, les pedí que comenzaran. Todos se posicionaron según habían planeado. Pasaron varios minutos y nadie se movía, no se miraban entre ellos; eran simplemente siete individuos juntos en la pista, pero sin ningún objetivo común. Los caballos tampoco se movían, tanto el que habían escogido como el otro estaban totalmente desconectados y ausentes. Intercedí para preguntar qué ocurría y las respuestas varias iban en la línea de: "no se quiere mover", "nosotros ya estamos bien puestos, pero el caballo no coopera", "el caballo no entiende", palabras que denotaban acusación, falta de responsabilidad, carencia de visión realista.
Les di paso a que siguieran y el cuadro fue prácticamente el mismo. Dos personas del grupo tomaron la iniciativa de moverse un poco alrededor del caballo, pero éste seguía medio dormitando y desconectado. Tuve que interceder cuatro veces haciendo las mismas preguntas de diferente manera.
El grupo estaba claramente resistiendo a la cohesión y los ánimos comenzaron a cambiar de pasividad a frustración a enfado. Aproveché este cambio para hacerles una serie de preguntas como: "¿Os está funcionando vuestra estrategia inicial?" "¿De qué manera podríamos cambiar el presente?" "¿Habéis pensado si vuestra posición influye al caballo para que se mueva?" "¿Qué representan los demás compañeros en esta actividad?". Esto dio paso a algunos comentarios referentes a su propia desconexión, comentarios que utilicé para profundizar más en el tema. Todos estuvieron de acuerdo en que funcionaban como individuos, pero no había un sentimiento de equipo.
Les di varios segundos más para replantear su estrategia. Esta vez hubo más participación activa y consiguieron que el caballo se moviera unos metros. Comenzaron a mirarse los unos a los otros, a gesticular, a utilizar la expresividad de sus caras para comunicarse. A medida que el grupo se iba uniendo más y más mediante la comunicación no verbal, los caballos comenzaron a estar más receptivos, tanto que el caballo que no estaba dentro de la actividad también se sumó a ella.
No consiguieron acabar el circuito con el caballo, pero en las siguientes actividades su afán de cooperación y apoyo al grupo había cambiado notablemente, incluso consiguieron realizar una actividad en un tiempo récord.
En casos como este me gusta dejar pasar un tiempo para que los asistentes interioricen los cambios y tengan tiempo de practicar nuevos enfoques. Este grupo regresará después del verano para reforzar los cambios experimentados. De momento, me enviaron un correo electrónico constatando que ya se habían producido cambios en el grupo y que todos habían impreso las fotos que les envié de los caballos con los que trabajaron para tener más presente el cambio que debían trabajar entre ellos.
(Talia Soldevila es Coach Personal formada por TISOC y especialista equina)
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