Por Viviana Torralba Valverde, Coach Personal TISOC
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En numerosas ocasiones, cuando converso con mujeres en edad productiva sobre algún tema relacionado a carrera, sea de cualquier nacionalidad, amiga, colega o conocida, percibo inquietudes en común, por no decir prácticamente las mismas, en todas ellas. Sus inquietudes, también representan las mías, hoy o en algún tiempo de mi carrera. He tenido la suerte de trabajar con mujeres de todos los continentes, razas y culturas, en varias partes del mundo y en diferentes cargos. Aunque que cada ser humano es moldeado por su entorno, su cultura, las limitaciones y oportunidades de su ambiente, es increíble ver cómo a pesar de tantas diferencias podemos encontrar tantas similitudes entre todas nosotras en lo que respecta a la vida profesional. Los desafíos que tenemos que enfrentar como mujeres y las cosas que soñamos para nuestro desarrollo parecen ser independientes de nacionalidad, religión o color.
Usualmente prefiero evitar ideas de estereotipos y encasillar mujeres y hombres como blanco y negro, Venus y Marte. Sin embargo, es real: mujeres y hombres, a pesar de tener muchísimas cosas en común, somos diferentes en numerosos aspectos y las diferencias de cómo ambos géneros percibimos el mundo son claras.
Entre las diferencias más relevantes entre hombres y mujeres, determinantes en el rumbo y avance de sus carreras en el mundo corporativo podemos citar:
- Integridad, liderazgo y propósito: Según reporte de la ECI, hombres y mujeres exhiben comportamientos muy similares en lo que respecta a integridad, sin embargo, las mujeres están más expuestas a presión que pueda comprometer la ética de la empresa o la ley y tienen más probabilidades de sufrir represalias por reportar faltas de conducta en las organizaciones. Con respecto a liderazgo y propósito, hombres y mujeres tienen como denominador común mantener la integridad, cumplir metas y tratar a sus colaboradores con justicia y dignidad. Ya entre las diferencias más notables, los datos muestran que mujeres líderes buscan generar cambios positivos en el mundo externo a partir de su organización y los líderes masculinos están más interesados en vencer a sus competidores. Esto se debe a la tendencia de tipo de liderazgo que ambos géneros exhiben. Diversos estudios indican que el estilo predominante de liderazgo entre las mujeres, liderazgo femenino, es el transformacional, que se caracteriza por generar un cambio valioso y positivo en los seguidores, centrando su propósito en «transformar» a otros, ayudarse mutuamente y a mirar la organización como un todo. En este mandato, el líder aumenta la motivación, la moral y el rendimiento de su grupo de seguidores.El liderazgo predominante en el género masculino es el transaccional, que se centra en el papel de supervisión, organización y desempeño del grupo. El líder promueve el cumplimiento de sus seguidores a través de los premios o castigos. Los líderes transaccionales se aseguran de que la rutina se lleve adelante en forma apropiada, mientras que el transformacional busca nuevas iniciativas y agregar valor.
- Formas de negociación: Diversos estudios e investigaciones comprueban la diferencia de estilos de negociación relacionadas a género. La universidad de Wharton, cita el ejemplo de que cuando las mujeres negocian en nombre de alguien más, lo hacen de forma exitosa y usualmente superan la tasa de éxito de los hombres. Sin embargo, cuando se trata de negociar beneficios para ellas mismas tienden a tener dificultades. El estudio de Linda Babcock de la Carnegie Mellon University, reveló que solamente 7% de las mujeres intentaron negociar su oferta de salario inicial de trabajo, contra 57% de los representantes masculinos. Obstáculo importante a verificar cuando lo que se quiere es una promoción o aumento de salario.
- Formas y estilo de comunicación: la forma verbal y no verbal en la que nos comunicamos con los otros es la base para transmitir nuestros mensajes con éxito. Factores como tono de voz, intensidad, ritmo, gestos, cómo nos posicionamos y hasta la forma en la que nos vestimos llegan a ser, muchas veces, elementos de prejuicio y pueden jugar a favor o en contra para la transmisión efectiva de mensajes, generación de empatía y obtención de resultados. Por lo tanto, estar atentos a investigar sobre este tipo de factores y evaluar sus consecuencias en la carrera profesional de la Coachee, puede ser de gran ayuda.
- Prioridades familiares y balance entre vida personal y trabajo: Sobre las mujeres tienden a recaer los cuidados de hijos, esposo, casa, padres y la lista continúa. Exceso de horas de trabajo no remunerado, el cumplimiento con los diversos roles y obligaciones en el hogar y en el área laboral generan impactos considerables en sus niveles de energía, autoestima, en su visión de qué es importante, en sus necesidades de balance, prioridades e incompatibilidad de metas personales y profesionales.
- Sentimientos de culpa: consecuencia muchas veces de no poder cumplir con los roles establecidos por la sociedad o por ella misma. Constante necesidad de “caerle bien” a las personas.
- La forma en la que se percibe el éxito, la felicidad y la recompensa: aquí entran en juego aspectos como remuneración, realización personal, balance de vida familiar y laboral, reconocimiento, entre otros. Lo que para un hombre puede ser básico, para una mujer puede representar un logro inmenso debido a los desafíos adicionales que tiene que superar para lograr sus objetivos y conquistar sus sueños. Es siempre fundamental analizar el contexto y puntos de referencia.
- Autoconfianza: la forma en la que las mujeres perciben su propio valor es totalmente diferente a la de las de los hombres. Numerosos estudios e investigaciones comprueban, desafortunadamente para las mujeres, que son ellas quienes usualmente exhiben menor autoestima, más inseguridad y autocrítica. El libro de Sheryl Sandberg, “Lean In”, cita diversos ejemplos interesantes durante su experiencia como COO de Facebook que evidencian claramente esta situación y que muchas de nosotras, mujeres, ya vimos en nuestro ambiente de trabajo. Sheryl da el ejemplo de una junta, donde se servirían alimentos durante la reunión. Cuando la comida fue servida las mujeres se posicionaron lejos de la mesa, como si fueran espectadoras y no participantes o invitadas. A pesar de que ellas tenían los mismos derechos para poder estar allí, el hecho de no haber sido verbalmente invitadas a acercarse las hizo mantenerse al margen. Si hubieran sido llamadas verbalmente –cosa que los hombres no necesitaron- ellas se habrían acercado, sin embargo su lucha mental interna de si merecían estar allí, se los impidió. Personalmente, he participado de reuniones donde el 90% son hombres y repetidamente se observan este tipo de conductas, donde las mujeres se alejan de las posiciones participativas de la mesa, levantan la mano para participar con cierto recelo, emiten opiniones e ideas con tonos de voz y firmeza suaves, entre otros. En resumen, hay mucho camino por recorrer en esta área.
- Comparación constante con el género masculino: Una investigación de la Universidad de Harvard donde se analizaron 7280 líderes reveló que las mujeres superaron a los hombres en 12 de las 16 competencias de liderazgo evaluadas en la investigación. Cuando se pidieron comentarios al respecto, las mujeres respondieron: “tenemos que trabajar más y mejor que los hombres, sentimos presión constante de ser comparadas y cuestionadas sobre el valor que realmente le aportamos a la empresa. Estamos atentas a no fallar”. Con relación a este tipo de argumentos, un dato de la investigación de Wiebke Bleidorn, et.al publicado en el Journal of Personality and Social Psychology llamó muchísimo mi atención: las mujeres en países occidentales, en su mayoría considerados igualitarios, tienden a compararse con hombres en lo que respecta a salario, promociones y aspiraciones de carrera. Como las diferencias son importantes, la brecha de confianza entre ambos géneros aumenta, pues la constante comparación va creando inseguridad y dudas en las mujeres. Ya en países de oriente, considerados menos igualitarios, las mujeres tienden a compararse con mujeres, por tanto la brecha de confianza entre géneros es muchísimo menor. Como vemos en los dos ejemplos citados, la comparación puede generar resultados positivos del punto de vista organizacional, sin embargo negativos para los efectos de bienestar y autoestima femeninos. Sea cual sea el resultado que genere, la comparación entre géneros es real y seguirá existiendo. El conocimiento de sus efectos y de cómo poder trabajarla con un enfoque positivo puede marcar la diferencia en el rumbo profesional de la persona.
- Lo importante y esencial en su carrera: el balance de la vida laboral con la vida personal es indispensable, debido a todos los roles que las mujeres en su mayoría desempeñan. Ser reconocidas por mérito, talento o esfuerzo es un aspecto de gran importancia también, ya que en repetidas ocasiones, los éxitos alcanzados son adjudicados a suerte, a belleza, al jefe, al marido, al padre, menos a la mujer en sí. Respeto, remuneración, sentido de aprobación, se suman a la lista también.
- Los desafíos hacia el éxito profesional: entre los desafíos más comunes que las mujeres enfrentan, además de los previamente mencionados, podemos citar la ya conocida diferencia salarial con respecto al género masculino, la posibilidad de avance en carrera, la decisión de tener hijos, balance entre vida personal y trabajo, acoso sexual, discriminación por causa de estereotipos, principalmente en carreras donde predominan los hombres, solo por mencionar algunos.
Basta conversar con nuestro padre, marido, amigos y colegas masculinos para afirmar que las diferencias anteriores –ya sean algunas o todas- son reales e impactan seriamente los resultados profesionales, especialmente los del género femenino. A pesar de que el coaching no tiene distinción de género y que la metodología puede ser ampliamente aplicada a cualquier persona que desee tomar acción para lograr un cambio en su vida, la comprensión profunda de la realidad femenina en el mundo laboral puede tener un enorme impacto positivo en el éxito de un proceso de coaching orientado a mujeres ejecutivas.
La toma de conciencia y análisis de cada indicador mencionado previamente, así como el reconocimiento de los desafíos que una mujer necesita encarar, desde su perspectiva, serán piezas fundamentales para que el proceso de coaching sea efectivo y para poder encontrar caminos más directos y rápidos hacia el avance de carrera, realización y estilo de vida que las mujeres tanto buscan en un mundo que aún continúa siendo predominantemente masculino.
Todo este conocimiento aunado a las vivencias personales del coach sin duda alguna permitirá detectar más claramente los obstáculos y los factores del sistema que impiden el avance, en vez de apuntar a generalidades que no lleven a la causa raíz por omisión o desconocimiento de lo que la ejecutiva realmente atraviesa y necesita. Consecuentemente, como coaches, seremos capaces de realizar preguntas más certeras, seleccionar las mejores herramientas y estrategias para generar un mayor impacto y lograr un cambio real y duradero, en la ejecutiva que queremos hacer brillar.
Por Viviana Torralba Valverde, Coach Ejecutivo y Personal TISOC