Dr. Ariel Orama López

Dr. Ariel Orama López

“¿Cuáles son las raíces del comportamiento destructivo? ¿Cómo podemos controlar las emociones que gobiernan esos impulsos? ¿Podemos aprender a vivir en paz con nosotros mismos y con los demás?” En el libro Emociones destructivas (2006), Daniel Goleman subraya aquello que los budistas han denominado como los Tres Venenos de la humanidad, y se refiere al odio, el deseo y la ignorancia. Típicamente, estos denominados “venenos” –cuyo efecto se incrementa cuando sucumbimos en los denominados “excesos”- pueden estar asociados a una serie de emociones “negativas”, entre las cuales no pasará desapercibido el tan temido coraje.

Aunque el coraje puede convertirse en una herramienta positiva para enfrentar ciertos obstáculos o para ser capaz de perseverar ante situaciones difíciles, puede transformarse, a su vez, en un arma mortal si se utiliza vilmente en contra de otro o de uno mismo. Tomando en cuenta estos aspectos, resulta sabio preguntarse lo siguiente: ¿qué situaciones específicas no marchan como usted espera en estos momentos de su vida? ¿Qué emociones le detienen y no le permiten evolucionar en su misión de vida? ¿Qué decisiones son prioridad en su trabajo y están paralizadas por el efecto de las emociones “destructivas”? ¿Cómo influye el coraje en sus decisiones o en su relación con los demás?

A continuación, ofrezco algunas alternativas para lidiar con el poderoso bebedizo del coraje, esa emoción embriagadora que llega a nuestras vidas de manera imprevista:

  1. Reconozca su estado de coraje e identifique su fuente de origen. ¿Esta emoción transitoria que experimenta está asociada a una persona o un evento? ¿Corresponde a alguna situación no resuelta o a un hecho del pasado? Cuando siente coraje, ¿dónde lo siente? Si le otorgara un color a su coraje, ¿cuál sería? ¿Qué situaciones incrementan su coraje (disminución de horas de sueño, que no haya podido almorzar o cenar, que algún ruido le perturbe cuando lleva a cabo determinada tarea, otros)?
  2. Establezca la diferencia entre actuar y reaccionar. Muchas veces, actuamos de forma impensada, a cambio de actuar con responsabilidad. Para actuar -en vez de reaccionar- resulta necesario centrarse en la situación que provoca el coraje, las acciones que lo propiciaron y los asuntos relacionados. No coloque toda su atención y energía en la persona. Recuerde: su coraje no corresponde necesariamente al individuo identificado, sino a una acción o evento asociado que puede ser resuelto si asume responsabilidad (la capacidad de responder por sus actos). Establezca un espacio propicio al diálogo.
  3. Nivele su estado de coraje. Si se siente fuera de control, le recomiendo que practique el hábito de tomar una respiración profunda. Posterior a varias respiraciones, cuente hasta veinte y piense en un momento de su vida en que se haya sentido totalmente relajado. Tenga siempre esta imagen lista para que pueda evocarla en momentos de este tipo. En algunas ocasiones, es necesario alejarse de la situación y la persona involucrada hasta que se sienta preparado para enfrentarlas con madurez; a algunos individuos les resulta adecuado esperar un mínimo de veinticuatro horas. Le recomiendo que hable con una tercera persona de confianza. Colóquese, además, en los zapatos de la persona involucrada: ¿qué situaciones puede que usted desconozca sobre esta persona, que de alguna manera le permitan a usted comprenderle más allá de esta situación de coraje? Aprenda a mirar a los otros con los ojos del amor incondicional.
  4. ¡Escriba y libérese! El papel puede ser un instrumento valiosísimo para descargar nuestro coraje. Escriba todo aquello que le perturba, sin editar. Una vez finalice, elimínelo o rómpalo en pedacitos. No descargue su coraje al entregar su narrativa y la catarsis allí plasmada a la persona que usted asume como “la que le provocó” el coraje. La energía ni se crea, ni se destruye: mejor transfórmela en una experiencia de crecimiento y no en una oportunidad para verter dicha energía en el otro.
  5. Conviértase en recurso de apoyo para que otros manejen su coraje. Sea capaz de escuchar activamente a aquellas personas que han pasado por una situación similar. Permítales que hablen, se desahoguen completamente y terminen su discurso, antes de usted sugerir algo o interrumpirles abruptamente. Muestre empatía: “está bien sentirse enojado, es natural que esto suceda”. No utilice preguntas o comentarios que contribuyan al incómodo estado de coraje. Mantenga la calma e induzca paz y armonía; utilice un tono de voz adecuado y manténgase relajado. Sirva de modelo para su interlocutor y notará que el estado que está enfrentando irá desapareciendo poco a poco.

Finalmente, no se preocupe: este sutil veneno no dura toda la vida. El mañana vendrá lleno de sorpresas inesperadas, todas para usted, a través de un nuevo amanecer. Sea capaz de reírse incluso del mismo coraje, y los estados de armonía y de tranquilidad le sorprenderán. ¡Qué venga la paz!

(El autor es Psicólogo Clínico, Coach Creativo Certificado (CCC), Coach Ejecutivo/Corporativo (CE) y Facilitador Autorizado (FA) de Coachville Spain/The Internacional School of Coaching. Coaching Personal y Creativo para artistas y personal creativo. Puede contactarlo en autores@tisoc.com).

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