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Por Dionisio Contreras Casado

En una sociedad que prima la productividad, el éxito social y la acumulación de bienes materiales, la adicción al trabajo es una de las formas de adicción más común, y en gran medida más utilizada para llenar un gran vacío existencial del trabajador adicto. Si tuviéramos que dibujar un perfil, diríamos que es una persona mayor de 30 años, con nivel económico medio-alto, suele ser varón, y su trabajo conlleva una carga de responsabilidad, y según afirma el profesor del Instituto de Estudios Laborales del Esade, Simón Dolan, a lo dicho, habría que añadir que “Muchos adictos son personas con poca autoestima que tienen una gran necesidad de éxito, o un terrible miedo al fracaso, y piensan que pueden ser como Superman toda la vida”

Lejos de ser conscientes del problema que tienen, capaz de arruinar su vida, los adictos al trabajo, pueden presentarse a la sociedad como personas exitosas, orgullosos de la gran cantidad de horas que pasan trabajando, y en ocasiones se ofrecen y se toman como referente a seguir. Podemos afirmar que, no todo el que trabaja mucho es adicto al trabajo, sino el que lo hace para compensar inconscientemente sus carencias personales, o como respuesta al fracaso que siente en otras parcelas de su vida. En este sentido explica Iñaki Piñuel, psicólogo del trabajo, que el adicto al trabajo es víctima de “un apego patológico a su profesión, no con el objeto de alcanzar metas o rendimientos profesionales sino como un medio de huida, de evitar conflictos psicológicos internos”. Un trabajador que nunca desconecta, nunca se relaja, no soporta la sensación de pérdida de tiempo, y que no disfruta haciendo nada más que su trabajo. ‘Su profesión es su única razón existencial’, añade Piñuel, quién la califica de “Epidemia Silenciosa”.

Esta adicción está asociada a otro tipo de hábitos poco saludables como el consumo de drogas, sedentarismo o incomunicación, y aumentan exponencialmente la probabilidad de devenir un final trágico ya que, según Antonio Jiménez Ramos, secretario general de la Sociedad Española de Cirugía Torácica y Cardiovascular (SECTCV), (quien, muy acertadamente, prefiere hablar de “adictos al poder”), vivir en un estado permanente de ansiedad y estrés, y paralelamente descuidando sistemáticamente su salud, a través de la ingesta de grandes cantidades de café y consumo de tabaco, deviene en problemas de hipertensión, diabetes y aumenta el riesgo de tener crisis cardiovasculares. Según Alonso-Fernández, presidente de la Sociedad Europea de Psiquiatría Social y profesor de la Universidad Complutense de Madrid, se ha constatado que en torno a un 25% de enfermos coronarios de entre 40 y 60 años son adictos al trabajo. Y según Dolan. “Más del 50% de los “adictos al trabajo” mueren a los tres años de jubilarse, porque el cuerpo no aguanta la presión a la que han estado sometido”.

Uno de los grandes problemas que se plantea, es cuando en la empresa, el propio jefe es adicto al trabajo, y con su actitud de premiar la productividad o la lealtad, exige a sus subordinados un hábito de trabajo excesivo, ya que el talante del directivo en la exigencia en el trabajo, es clave en el establecimiento de este tipo de adicción, o en la prevención de la misma. Para Sender, ex profesora de Psiquiatría de la Universidad de Barcelona, el directivo que propicia una adicción al trabajo suele ser una persona «con altos grados de impaciencia, hostilidad y actividad; muy sensibles al éxito social obtenido, y recelosos a evaluar los éxitos de los demás. Pese a su aparente prepotencia, son siempre vulnerables a los vaivenes ambientales y dispuestos a dirigir su actividad a la adquisición de éxitos a corto plazo. Suelen ser también muy exigentes, despectivos, autoritarios e incluso tiránicos con sus subalternos. Son incapaces de delegar y tienen la convicción de que nada saldrá bien si algo escapa a su control”

Conscientes de la gravedad de las consecuencias personales y organizacionales de esta adicción, y en esta línea de intentar evitar disfunciones, ya hay empresas que han comenzado a tomar algunas medidas: Caja Madrid impone su política de luces apagadas a las ocho de la tarde; Randstad y Sanitas hacen lo mismo, pero a las seis; y la empresa MRW a las siete de la tarde. Especialmente impositiva es la política de la compañía de software SAS Institut, que multa a los trabajadores que tengan el coche en el aparcamiento de la empresa después de las cinco y media.

Dionisio Contreras Casado Educador Social. Experto en Drogodependencias. Formador de Inteligencia Emocional.

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