Matilde Pérez
Matilde Pérez
Las mujeres necesitamos pedir y hacer muchas prácticas aprender a hacerlo sin aprioris, pues no siempre sabemos cómo y, sobre todo, no estamos acostumbradas a hacerlo. Mientras la vida cambia, muchas mujeres seguimos pensando “como antes”.
La maternidad sigue paralizando la vida profesional de las mujeres como si el cuidado de la familia fuera exclusivamente nuestro. ¿Por qué no preguntar al padre cómo ha pensado apoyar el cuidado de su hijo, cuánto tiempo ha reservado para acompañarlo a la guardería, al pediatra, etc.? Es imposible salir del estereotipo sin replantearnos el reparto de tareas familiares y sin renunciar a la exigencia de ser la cuidadora de todos. La vida ha cambiado, las mujeres trabajamos, ¡cambia tú también! Un plan y unos pocos objetivos son suficientes para que todo se transforme; incluso si al principio los logros son pequeños, serán suficientes para impulsarte.
Las mujeres podemos empezar a no contraponer el trabajo y a los hijos, a dejar de pensar cuál de las dos cosas es la más importante. Prueba a decir: el trabajo es central en mi vida.
1. Transformar el contexto, pensar en clave de cambio
Sería injusto pensar que las únicas responsables de la desigualdad, somos las mujeres. La sociedad debe dar un paso hacia adelante y asumir la responsabilidad de lograr mayor justicia para todas las personas, sin dejar de lado el talento de las mujeres.
Sin menoscabo de esta labor, es evidente que las mujeres tenemos en nuestras manos parte de la clave del cambio, modificando nosotras mismas de enfoque, de gafas, de modelo nuestra propia vida.
2. Un dilema difícil de manejar
Las mujeres no deben parecer ambiciosas.
Las mujeres deben parecer vulnerables.
Las mujeres no deben parecer severas o agresivas.
Las mujeres no deben dar miedo a los hombres.
Si las mujeres asumimos cualquiera de los roles arriba mencionados, podemos ver nuestra carrera e impulso paralizados. Si las mujeres no somos ambiciosas, ni vulnerables, también puede darse tal estancamiento. Se trata de que la conducta de la mujer sea siempre muy arriesgada. Un hombre puede permitirse ser agresivo, dominante; se espera eso de él, incluso se valora positivamente tal comportamiento, porque pone orden. A una mujer se le sanciona fácilmente si asume tales conductas. Así mismo, la asertividad también está mal vista en las mujeres, ya que no está bien pedir lo que se quiere; presumir también está mal visto y las mujeres fanfarronas son rápidamente censuradas y penalizadas.
La situación es delicada, pero si hay que hacer y rehacer el catálogo de todo lo que está mal visto y es castigado es porque es necesario tener toda la información para actuar de manera estratégica. Muchas veces notamos cómo a nuestro alrededor, ante cualquier iniciativa, nos quieren colocar en esos dilemas. Si lo sabemos, es más fácil reconocerlos, ignorarlos, no entrar en ellos y hasta reírte: sabes que tu camino no es ese porque así lo has elegido.
3. Atreverse competir
Desde hace aproximadamente diez años, diferentes estudios han señalando que las mujeres no nos atrevemos a pedir, tememos la negociación y rechazamos la competencia. En nuestras sociedades, estos valores culturales se identifican con el género masculino y las mujeres quedamos fuera. Los estereotipos femeninos son: la generosidad, estar al servicio de los demás, la abnegación, entre otros. No es de extrañar que la competencia, que está en las antípodas de la abnegación ciega, sea un estigma para quien se atreve a practicarla y merezca un castigo por parte de una sociedad tan conservadora culturalmente como la nuestra.
Ahora la presencia de las mujeres en la universidad es masiva, logramos mejores calificaciones, tenemos habilidades indiscutibles… Pero todo ello queda ahogado y sin rentabilizar. Desde el Coaching animamos a las mujeres a que seamos conscientes de estas cuestiones que se presentan a diario para que no las sigamos dócilmente. Es urgente tomar otro camino, como lo es no alimentar el estereotipo en la educación.
4. El problema de querer gustar
Si las mujeres adoptamos el patrón de gustar, de no querer promocionarnos, de restringirnos a nosotras mismas, de ser o parecer vulnerables, no nos va mejor, nos va muy mal; esta actitud no nos muestra ni nos hace sentir capaces para dirigir proyectos… Si te excluyes no tienes nada; si no pides una promoción porque te has desanimado porque te han hecho comprender que eso no está dentro de las expectativas de género, no la obtendrás. Querer gustar a todos es una carga irreal y poco humana, es sencillamente imposible.
5. No es tu imaginación
Una vez dicho que nada de lo que te pasa es fruto de tu imaginación y que los mensajes del estereotipo están por todas partes, tendremos que hacer algo, por ejemplo: desaprender la lección.
Seguir el ejemplo de muchas mujeres que están hartas de vivir en esa cultura mediocre, han montado sus propios negocios y trabajan por su cuenta.
Establecer redes de ayuda para mujeres. Un trabajo de lobby puede ayudar en algunas empresas a conquistar parcelas, tener oportunidades, apoyo.
Buscar mentores es un camino que han seguido muchas mujeres que se han situado donde les correspondía.
Buscar y presionar para que las promociones se basen en datos objetivos, lo que está sujeto a la decisión de comités, comisiones que evalúan sin objetividad a menudo y que dicen que a los expedientes de las mujeres les falta madurez, etc…
No desanimarse, no retroceder. El combate no se resuelve en dos días. Como decimos aquí, la perseverancia es estratégica, así como tener un plan claro y unos objetivos concretos. Todo ello es posible hacerlo en solitario, pero se hace mucho mejor en el marco del Coaching. Muchas veces nos gana la sensación que damos bandazos, avanzamos y retrocedemos. Recuerda, LO APRENDIDO por todos nos está situando permanentemente en roles que queremos dejar.
6. Para acabar, unas estrategias generales
Aplícalas y luego analiza el resultado:
Haz preguntas. Las mujeres preguntamos poco y contamos mucho más de los que nos conviene.
Ten en cuenta que la autoestima es un instrumento necesario para lograr tus objetivos. Las mujeres solemos tener una autoestima insuficiente.
Nadie te va a descubrir. Las mujeres tememos que alguien nos descubra.
No olvides la retribución a tu esfuerzo. Las mujeres tendemos a concentrarnos únicamente en la contribución operacional.
No te disuelvas en la empatiza. Las mujeres a veces preferimos poner la perfección en el lugar de los demás y anticiparnos mentalmente a lo que el otro quiere; eso puede frenar la consecución de los propios objetivos.