Por Franklin Yesid Lázaro – Master Business Coach TISOC
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Recientemente leí un libro que lleva por nombre el título de este artículo, libro escrito por Gary B. Lundberg y Joy Sanders. Cuando vi la portada del libro no me ilusione mucho para ser honesto, sin embargo al leer la frase en la parte inferior de la portada decidí comprarlo, esta frase decía: “Aprenda a escuchar, sin sentirse responsable de solucionarlo todo“. De inmediato asocie el tema al fortalecimiento de una habilidad que como Coach debo tener y es la Escucha Activa.
En cada espacio que tenemos la oportunidad de compartir o socializar con alguien de confianza es casi que automático que nos surge la necesidad de contar algo que nos pasa, incluso es tan importante que lo exteriorizamos a través de nuestro cuerpo. Nuestro cuerpo nos delata, pues no sabe mentir, la mente si. Tenemos el deseo de sacar lo que nos aflige y tratar de buscar respuestas o ayuda en los demás.
Leyendo el libro me encontré esta frase que resume mi respuesta ante este tipo de situaciones: “No tengo el poder para mejorar nada para nadie. Puedo ofrecer mi ayuda, pero no puedo hacer que el problema desaparezca“. He aprendido a través del tiempo que cuando tratas de solucionarles la vida a las personas de cierta forma interrumpes su “línea de aprendizaje”, es decir, en cada situación de la vida que vivimos, hay inmerso un aprendizaje que nos permitirá conocer el poder innato para confrontar y solucionar todo. Cuando escuchamos atentamente dejamos de pensar en nosotros y enrutamos nuestros sentidos hacia el otro. Que tu cuerpo y tus ojos estén con esa persona.
Si dejamos de escuchar activamente terminamos siendo afectados por lo que los demás nos dicen, casi que terminamos cargando sus “maletas” llenas de problemas y lo que inicio con una buena intención termina generando en nuestra mente el reflejo de algo similar que pase en nosotros. Terminamos siendo “contaminados” por la emoción impertinente del otro. También existen personas expertas en hacer esto, que incluso les llaman “vampiros emocionales” y buscan siempre de forma inconsciente afectar a los demás y su entorno, tema de otro artículo seguramente. Por ello es tan importante saber cómo acallar la mente.
No cargues los problemas de los demás, escucha activamente no solo las palabras sino también los sentimientos, las necesidades y compréndelas. Esto permitirá que el otro entienda que la solución está en el mismo y no en otras personas. Si no lo haces en consciencia terminarás dando consejos, lo cual es cegarlo a su verdad, mejor usa preguntas que alienten la solución desde él. Al dar consejos, seguramente con las mejores intenciones, normalmente llevan implícito un “debería”, esta palabra genera una obligación o una expectativa más que una elección. Que viva su vida no la tuya.
Así que “no tengo el poder para mejorar nada para nadie. Puedo ofrecer mi ayuda, pero no puedo hacer que el problema desaparezca“, ante esto usa las 4 reglas de la validación (escuchar y comprender): “Escucha, Escucha, Escucha y Comprende”… Al fin y al cabo el pasado no se puede mejorar y ya tenemos suficiente con nuestras “maletas” para cargar las de otros.
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