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Por Lic. Nora Panchuk

Nos paramos frente al closet y vemos que tenemos montones de prendas que alguna vez usamos y sabemos que no vamos a volver a usar y sin embargo, ahí quedan.

Ya no las usamos porque están viejas o rotas, porque nos quedan chicas o grandes, porque ya pasaron de moda, porque nos traen algún recuerdo que no queremos olvidar, por muchos otros motivos, pero esencialmente porque cambiamos, ya no somos los mismos que fuimos entonces.

Y aun sabiendo que son cosas inútiles para nosotros para este momento de nuestra vida…nos cuesta deshacernos de ellas, es como dejar ir una parte de nosotros mismos. Las conservamos ¨por si acaso¨ y  así es como en el closet ya no tenemos lugar porque está lleno de esos ¨por si acaso¨ que no dejan lugar a lo nuevo.

Y así a veces funcionamos con nuestro pensamiento, con nuestras ideas.

Insistimos en mantener ideas viejas, que nos quedan chicas o grandes, que están viejas o rotas, que ya pasaron de moda y que a veces hasta son ideas ajenas,  porque nos traen buenos o malos recuerdos, pero que esencialmente, ya no nos sirven para nuestro momento actual y sin embargo, las conservamos.

¿Cómo  llegar a un lugar distinto si tomamos siempre el mismo camino?

Hay quienes dicen que si tenemos dudas respecto a una determinada prenda, no sabemos si deshacernos de ella o no, podemos aplicar la prueba de ¨un año como medida¨. Si no la hemos usado durante el último año, es muy probable que no la volvamos a  usar.

Entonces, para que guardarla? Y con las ideas qué?

Es difícil que algo fluya si no le damos espacio.

El coach es entre otras cosas así como la simpática conductora del programa ¨Clean house¨ (mal llamado Cada cosa en su lugar) quien genera con bastante facilidad un interesante rapport con las personas que acuden a ella, sabe escuchar, sabe preguntar, es asertiva y a la vez empática y realmente simpática y así va provocando en el otro (coachee) la apertura necesaria para que empiece a deshacerse de lo que ya no necesita, aunque eso provoque dolor y enojo. Y esto va desapareciendo cuando aparece la ilusión de lo nuevo por venir.

Cambiar el celular, la laptop, el auto por el último modelo se nos hace fácil y deseable. Pero parece que cambiar ideas  es como mudar de piel y paradójicamente aun siendo señal de crecimiento, duele y nos resistimos.

En una sesión reciente, un coachee me hablaba de su frustración porque  que no entendía porque estaba fracasando con el negocio que heredó de su abuelo y que más tarde su padre supo acrecentar llegando a tener cuatro sucursales. En que se estaba equivocando, se preguntaba, si él estaba utilizando exactamente el mismo modelo que había funcionado desde su origen.

Después de algunos encuentros  y muchos Que – Para que – Por que – Como y más, apareció al fin su pregunta: Será que tengo que hacer algo diferente? Y su cara de desconcierto- angustia- temor y una dosis de entusiasmo, apoyados en el valioso momento de silencio, dieron lugar a un interesante partido de tenis verbal en el que, peloteando, fueron apareciendo un abanico de opciones todas empapadas con el sudor del cambio.

En muchos países, el cambio de estaciones, nos obliga a pararnos frente al closet, guardar lo que no vamos a usar y bajar lo de la nueva estación, eso es una gran oportunidad de revisar y dejar ir lo que sabemos no vamos a volver a usar.  Pero cuando no estamos obligados a esta operación porque usamos prácticamente lo mismo durante todo el año no nos enfrentamos al closet abarrotado a menos que ya ni podamos cerrarlo.

Será prudente dejar esta revisión librada al cambio meteorológico? Cuando revisó su closet por última vez? Cuando se animó con una nueva idea?

Tal vez sea el momento de aplicar la prueba: Un año como medida.

Quizás te interese también la lista de preguntas y resoluciones para el año que dejamos atrás, que puedes encontrar en otro artículo.

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